Busco tu rostro en la Tierra
porque no lo hallé en el cielo.
Inquiero a desconocidos
pero doy palos de ciego.
Mi mundo está lleno de sombras
porque no te siento
y temo nunca encontrarte
ni siquiera en este infierno.
¿Qué fue de aquel rayo de luz
que iluminó mi invierno?
¿Qué puedo hacer para recuperarlo,
si nunca más ha sido cierto
ni aparece por los rincones,
si sólo me canta el cierzo?
Aún resuenan tus palabras
cálidas y dulces, no miento,
de aquel instante en que tocaste
mi corazón y, sin miedo,
supe que Tú eras Todo
y que serías mi único anhelo.
Y desde entonces sólo sombras
me colman de desvelo.
Sombras, que no tinieblas,
por este Amor, ya sin misterio.
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